Lauro Dieguez




SOBRE EXODOS Y TRENES

Con un prólogo de breve extensión firmado por Alberto Luis Ponzo se abre Exodos y trenes, libro de poesía de Carlos Barbarito, nacido en 1955 en la ciudad de Pergamino. La obra obtuvo un premio del Fondo Nacional de las Artes y, por el mismo, una subvención que hizo posible publicitarlo.

Son veinte poemas de rara y pareja calidad, sin caídas ni desmesuras. El tono de Barbarito podría ubicarse entre una poesía de corte maldito y el paradigma poético que tuvo en César Vallejo su máximo exponente.

Sin embargo, son varias las voces que transitan por Exodos y trenes: Rimbaud, Artaud, Lautreamont, Vallejo, y aunque parezca extraño, por la diferente extracción, Eugenio Montale. Si bien es natural que un poeta joven sienta la atracción de las voces mayores de la poesía universal, un tan aplio abanico de influencias puede ser peligroso. Pero es es algo que le atañe sólo a Carlos Barbarito, que en el último poema del libro se despide empíricamente de su consciente dependencia vallejiana.

Influencias al margen, Exodos y trenes revela a un poeta con un bagaje más que interesante, que vuelca en su creación conocimientos literarios y experiencias de índole cultural. Con todo, es en los poemas más personales donde Barbarito logra los momentos más viscerales: los tres retratos (en realidad son cuatro, pero el primero entra en la acepción literaria ya mencionada), el poema Interior y Caerá el hueso (de fuerte influencia vallejiana) y el estremecedor Es tan terrible llamarse Carlos.

Exodos y trenes debe, por todo eso, ser saludado con un largo aliento, a la luz de un poeta de grandes aptitudes.


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© Lauro Dieguez 1985

Publicado en Diario La Razón, Buenos Aires, 1985.


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libro de visitas o Carlos Barbarito

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