Carlos Barbarito




Prólogo de la muestra Bestiario Cotidiano
r
ealizada en el Museo Provincial de Bellas Artes de Santa Rosa, La Pampa

Visito el taller del pintor. Me siento como un intruso donde, como dice Leonardo, sòlo debe estar el artista para ser enteramente suyo. Y, aunque como el propio Leonardo sostiene no se puede servir a dos señores, el artista me recibe y me muestra sus cuadros. Mientras lo hace, por alguna extraña razón, el universo es extraño, acude a mi cabeza el Preludio de Lohengrin.

Siempre me fascinó observar los materiales de un pintor, pero no son muchas, al contrario, las oportunidades para ello - si mal no recuerdo, una de las ùltimas ocasiones fue gracias a Roberto Aizenberg cuando me condujo, un domingo de noviembre, a su estudio-. El pintor se llama Marcelo Lo Pinto. Nos conocemos desde hace apenas tres años. Más de una vez conversamos sobre arte en algún lento atardecer en Recoleta. Recuerdo alguna caminata con èl por calles arboladas, solitarias. Pero ahora estoy en el lugar donde durante horas cada día el pintor aveza su mano, a la luz cortada por las sombras. Recorro lentamente sus últimas pinturas, entretanto Lo Pinto me cuenta de sus labores actuales, de sus propuestas más recientes y de sus proyectos.

Aunque entre uno y otro haya un abismo en cuanto a propósitos, hay algo que une al joven pintor argentino con Piet Mondrian: la fusión de fondo y forma. Hay en las obras de Marcelo Lo Pinto un decidido afán por la unir lo que se dice con el modo o forma en qué se dice. Mondrian, en su Arte plástico y arte plástico puro, escribe: En la vida, a menudo se ha dado demasiado énfasis al espíritu, en detrimento del cuerpo; a veces por preocuparse del cuerpo se ha descuidado el espíritu. En el arte, también, el contenido y la forma han sido acentuados o descuidados alternativamente, porque aún no se ha comprendido claramente su unidad inseparable. Este propósito de unidad es notable en la reciente producción de Lo Pinto, materiales, técnicas y temas confluyen en un mismo punto - o están muy próximos de hacerlo -. A esto hay que agregar un precepto de Picasso que Lo Pinto, estoy seguro, suscribe: El arte que no está en el presente no será jamás. El pintor se lanza al remolino del hoy porque sabe que el hoy es el único tiempo posible.

Esta muestra manifiesta bien a las claras cuál es la dirección que sigue el arte de Lo Pinto. Pinturas, dibujos y esculturas recientes que conforman un corpus ante el cual el espectador, antes que otra cosa, constará autenticidad. Entre los griegos auténtico era algo que no necesita otra cosa para ser, que se sostiene por sus propios medios. Estas obras no precisan nada externo, en el sentido de publicidad, de public relations, para ser. Están allí, se manifiestan, desde su verdad y desnudez, en su angustia y belleza, y establecen diálogos con quienes las frecuentan.

© Carlos Barbarito, San Miguel y Muñíz, 23/24 de junio, 2002

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