Carlos Barbarito



KARINA BARG: CASI INOCENTE, CASI A SALVO

'Hago fotos para hacer que desaparezcan, porque no son necesarias y contienen la parte muerta de lo que verdaderamente existió, soy alguien que empaqueta y freeza en una fabrica de congelados la visión cálida de la existencia que tuvo en algún momento'
Karina Barg






Todo es fotografiable – me dijo una vez un amigo fotógrafo. Hasta entonces, en mi cabeza de poeta que incursiona no sin culpas en las artes plásticas y en la fotografía, el asunto era diametralmente opuesto: un fotógrafo – por razones de ciencia o de conciencia, de razón o de corazón, debía elegir entre los caminos uno y por allí transitarlo hasta el final y luego, entonces sí, emprender una nueva ruta. Pablo Garber, si mal no recuerdo, expresó que Karina Barg –de ella es quien hablo aquí- no se detiene a pensar qué es lo que va a fotografiar, y si mal no recuerdo comparó a su cámara fotográfica –la de Karina- con una red. ¿Qué atrapa Karina Barg con su cámara-red? No exagero si afirmo que todo. Y para que no haya lugar a dudas, parece decirnos la fotógrafa, allí están sus cuatro elementos: aire, tierra, agua y fuego. Y ya estamos en otro mundo, en un mundo precientífico, en un cosmos antiguo, remoto y que sin embargo habita en cada uno de nosotros. Karina Barg nos invita a bajar al fondo, a quitarnos capas de cultura, a quedarnos sólo con lo esencial, casi desnudos. Al decir casi desnudos quiero decir casi inocentes. Tal vez sea tarde para ello.





Nos vestimos demasiado y nos olvidamos que significa estar desnudos. El fondo queda demasiado lejos y perdimos la sonda capaz de alcanzarlo. Nos queda el deseo, tal vez podamos todavía ver un poco más, por debajo de las ropas, un poco más por debajo de la piel. En esto pienso cada vez que veo una fotografía de Karina. Y pienso que su arte cuadra en un estado de cosas donde todo parece suceder por accidente, por azar, empujado por una especie de resignación cósmica. Pienso, de nuevo, que es tarde. La muela que molía materia ahora gira en el vacío. Es de la nada que habla el arte de Karina. No debe haber cosa más difícil y terrible que hacer referencia a la nada. Podría ser la muerte pero es nada. Podría ser la vida pero es nada. ¿Dónde quedó, parece decirnos Karina con sus obras, el plan maestro, el proyecto, el árbol de Llul? Pero Karina Barg no re regodea en el vacío, se resiste, recurre al papel y a la piedra, al vidrio y al acero, acarrea sillas, pliegues y flores, la veo nerviosa e incesante hacer uso de partes de cuerpos, ajenos y el propio, muros descascarados, la sombra de Cezanne, ropas propias y ajenas, hacia la rueda que gira para que, al menos por un momento, deje de girar en el vacío. ¿Es tarde? Ahora dudo. No, no tiene que ser tarde porque hay alguien, en este caso alguien llamada Karina Barg, que transporta materiales hacia donde hay ausencia, vacío. La es inmensa y no tiene fin. Ahora toma lo que la gran rueda molió, innumerables fragmentos de todos los colores posibles y todos los pesos y medidas, y, como cada hora de cada uno de sus días, se pone a armar un mosaico. Es decir, cada obra que sale de su cabeza y sus manos, la que la justifica, expresa, la confirma viva y casi inocente, viva y casi desnuda, casi a salvo.

© Carlos Barbarito, 21 de julio de 2005

Publicado en http://wwwartxworld.com/Carlos.Barbarito/segni13.asp

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